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09 agosto 2005

Radiografía de una noche común

Suena un timbre perdido, nadie responde. Me esperan, espera. Una voz responde desde la oscuridad deteriorada: ¿Quién es?, pregunta retórica. Él lo sabe…a nadie más, espera hoy. Respondo casi irónicamente y él murmura que va a abrirme. Se escucha: el crujir de la escalera, el correr alguna silla, la puerta de entrada a la casa de las puertas y ahora se adormece el oído y despierta la vista. Está ahí, obnubilado, sin entender bien si eso soy yo o una de mis tantas promesas postergadas. Llega por fin, y el destino se ha hecho inevitable, queda entrar o volver a ser uno de mis tantos personajes escapadizos que se espantan ante la acción de actuar. Saludos, preguntas y otra vez el crujir de la escalera. La habitación sin placar vuelve a ser escenario de mis fragmentos. Ropa, ropa, cuadernos, cigarrillos, hierba, papeles y una AM fastidiosa con pretensiones de importante, degüella en un intento a un folklorista y habla de Sres en la Luna.
-Acomodate, por ahí.
Corro ropa y más ropa, mientras se escapa en una excusa: buscar agua. ¿Se escapa de mi misma?

Una mirada casi antropológica se apodera de mí y en el instante que voy a robarme, al menos simbólicamente, algún fetiche…, la escalera me advierte de que es tarde, ya ha vuelto con “el agua”.
Se sienta, se acomoda, me espía, balbucea: ¿Cómo estás? ¿Mejor?
-Ja, ja...mejor, peor... (¿Acaso hace a esta visita?).
Él se recuesta contra sus letras plasmadas en las paredes y un “Buen día, Andre…” que cuelga del techo en un aerosol viejo, me distrae por un momento.
Juguemos-digo casi con una pregunta indirecta que obliga a una respuesta única.
Una risa desconfiada demuestra no creerme.
Un pañuelo, una ventana, un disfraz y un carnaval. Las jerarquías han caído. No hay más explicaciones, ni nombres, ni excusas. Puedo levantarme en este mismo instante de estas frazadas retaceadas y nunca habré estado allí, pero ¿importa? Él se distrae fumando una y otra vez , una y otra vez y sus vicios parecen ser más excitantes que yo misma. El agua se derrama sobre algún costado y entonces percibe mis formas…






Habla, todo el tiempo. Parece narrar lo que pasa por sus extremidades. Y hace casi una ceremonia de estos mezquinos diez minutos. Ha relatado todo, la vista no tiene protagonismo aquí. El solo oírlo me dibuja.
Entonces, se para electrocutado y toca, mil canciones con acertijos.
_A ver adivina, cuales tienen letras y cuales no y yo te las toco.
Por un rato, se pierde y teme a caer, pero en seguida vuelve a él y se paraliza ante cada mimo.
_Tengo sueño, me voy.
_Te acompaño a la parada.
…..