Fábula
Al pequeño noble.
Cuando dejó de mirar sus torpes y continuos movimientos, todavía estaban allí. Los peces se movían con la despreocupación del que busca todo, caminando hacia ningún lugar. Los miraba atontada como quien mendiga paz dentro de una pecera. Fue así, cuando casi sonámbula, el viento violeta le devolvió en unas dedos delgados casi ínfimos, un tirar de monedas ricas en paz . Entonces, se sentó al borde de sus ojos y leyó hasta caer dormida.
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