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09 octubre 2008

incertezas

Otra vez, sin chocolates.


El tipito llegó, la saludo en la mejilla, se acomodó en la silla y se sentó.
Ella, lo miraba entre desconcertada y nerviosa. Reía de la nada y de a ratos sonreía al aire.

Vino el mozo, ambos pidieron. Ella, un exprimido; él, una cerveza.
Ninguno de los dos había pensado en falta a la hora señalada en el lugar indicado,
(tampoco ninguno se había planteado que hacía ahí).



Él hablaba ansioso, ella miraba como su boca balbuceaba una a una las palabras. Por momentos- admitió después de un tiempo-se perdía en lo que él decía (casi todo el tiempo se perdía). Pero intentaba, al menos bordear los últimos sonidos de sus palabras. Un casi incendio de halagos fue sofocado en un alboroto de letras y más letras.
Nada de nada de nada.

La tarde seguía o caía y ellos dos ahí. Mientras, el mozo juntaba las servilletas usadas de la mesa de al lado, ella se detuvo en el gesto mecánico pero casi, sospechoso de mozo que los miraba de reojo en busca de pistas. Habían pasado casi cinco horas, y seguramente, éste no podría ni siquiera arriesgar que tipo de vínculo tenían las personas de esta mesa. Algo
fatal

UN EL DICE: “Siempre te estás yendo” y me aparece una letra como la banda sonora de mi vida….
Ella estaba en cualquiera/En cualquier estación esperando una fatalidad/o un llamado del cielo/ Nada está aquí ni mejor ni peor /Solamente sus ojos cambian de color/ A una hora del día /Se tiñen de un ámbar violeta /Nadie ni nadie la vio/Ahora tiene un gran cuerno bajo el corazón
Y se e s c a p a de todos los hombres
Que quieren tenerla


Capaz que sea hora. Ella no entiende, no sabe leerlo. No logra codificarse en sus ojitos tiernos.

-Es hora de irme.

(Piensa y lamenta que siempre sea hora de irse)

Final abierto


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(complete a gusto con lo que lo haga feliz)