Sin mea culpa
| Pensé en hacerlo desaparecer en el mismo instante que se recostó en el sillón. Se lo dije pero creo que no me creyó. Todavía no le da el suficiente peso a las palabras, las subestima. Las palabras son pensamientos en acción y éstas pueden ser, de lo más perversas. Acabo de comprobarlo anoche. Después pensé en deshacerme de mí, en un salto infinito y último. Demasiado. No sé si tuviera valor, no sé si tuviera sentido. Minutos más tarde miraba la pieza desorbitada. Él seguía ahí casi inerte, entonces pensé: Tal vez ya esté muerto para que tomarme el trabajo. Una hora más tarde un viento pobre empezó a soplar y trajo la noche a puñados. Decidí irme, de ahí a alguna parte, fuera de su vista, fuera de su humor rancio. Bajé por las escaleras por miedo a que siguiera viaje a mi lado en el ascensor. Al llegar a la puerta casi me alcanza. Lo vi extraviado, buscando algo. La cerré después de un par de intentos fallidos y me marche. He dejado todo sucio. Yo, he podido limpiarme apenas llegué ¿Él? Dispersó sus moléculas. Ahora no podré librarme, está en todas partes y no llega a estar en una sola esencia. |