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15 septiembre 2007

Acción-Reacción

Ella no creía en cosas como esas. Ella no creía en imprecisiones e imaginerías. Ella no creía…casi en nada.

Caminaba por la peatonal a toda velocidad. Mientras, pensaba: “Si en un instante alguien cambiase su ritmo al caminar, o hiciese un mínimo movimiento pensado, moderado, se produciría un choque real de cuerpos”.

Cruzó Mitre, intuitivamente. El piloto le acariciaba las piernas, descuidadamente. Cuando un espectro mitad hombre-mitad centauro pasó a su lado. Una breve remera césped la deslumbró al punto de inundarla de torpeza. Chocó con el florista que se amontonó con su interlocutor y desmoronó la pirámide del pororero. Nada de esto fue percibido por el caballerito de verde.
Ella lo miró, casi indiscreta. Él, se pegoteó en sus ojos-agua. Ella sonrió y siguió caminando. Él se paró para cruzar Mitre. Ella no creía en cosas como esas. Ella no creía en imprecisiones e imaginerías. Ella no creía…casi en nada.

Él se dio vuelta instantes antes de cruzar. Ella, también.
En un pacto implícito, se dejaron ir.

07 septiembre 2007

Confieso: Soy arrogante, soberbia, terriblemente obsesiva y perfeccionista. Confieso: Me gusta ser percibida, observada y reconocida en los lugares, en los que entro y en los que frecuento. Confieso: Me gusta ser halagada, ser necesaria y sobre todas las cosas, tener una existencia irremplazable en la vida de los que aprecio. Pero, no puedo decirme culpable de haberlo matado.
Sr. Juez, con todo el debido respeto que usted y los aquí presentes se merecen, el señor en cuestión no era un destinatario de mis defectos. Hace un tiempo atrás cansado de dulzuras y charlitas infinitas, se fue. Desde aquel momento nada más supe de él.¿Cómo saber quién lo mató?
Usted me cita a declarar con una liviandad que hace certero a mi nombre penado. Se siente grande, inmensamente poderoso de poder culpar y juzgar a quien considere. Yo, en cambio, que ante usted huelo a podrido, me siento inmensamente pequeña. Pequeña ante el poder inminente que tiene el nombre de aquel sujeto para cambiarme la vida. Aunque sea, para terminar con ella.
Me pregunta cuándo lo vi por última vez, cuándo fue la última vez que hablé con él. La verdad excelentísimo sr, no voy por la vida anotando las fechas que me choco con mis afectos, o apuntando días a fin de que me sirvan para alguna declaración. No obstante, puedo asegurarle que hace meses y meses que no me choco con él. Ahora, ¿Por qué tendría que haber un autor del crimen? ¿Acaso las hormigas no matan por dentro? El caballero aquí en cuestión, había sido devorado hace mucho tiempo. Su esqueleto no era más que un montón de calcio blando amontonado en huesos. Su figura casi hilvanada en la luz no era más que una prueba desde hasta dónde uno puede ser percibible para los otros.
Ud. dice que yo lo maté, que hubo un trabajo psicológico de mi parte ¡Por favor, Sr., si su amor no lo salvó menos podía yo destruirlo! Nadie puede destruir lo que no existe. Sólo puedo considerarme culpable de una sola cosa: darle vida. Tengo innumerables testigos que podrían afirmarlo. Hice todo lo que estuvo a mi alcance ¿Y usted me dice que porque encontró en la última hoja de su diario mi nombre tiene una sospecha lo suficientemente fuerte como para creer que estoy involucrada en el caso?
Cuando lo miraba, sentía:Algo negro sobre vos ¿Se puede decir mucho más después de detonar estos colores?Así era él, o al menos así lo percibía yo. Nunca termine de leerlo. Tal vez un grave problema de convergencia visual. Tal vez el mismo mezclaba los renglones. No puedo decir bien que fue.
Sin embargo, me declaro y me confieso libre de culpa y cargo. Nada pude hacer por él, ni siquiera matarlo.


Nota: Las frases en cursiva son de autoría ajena. La primera corresponde a un texto de Pancho Sanguineti y la segunda, a Martín Vukovic. Gracias por la colaboración involuntaria.