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29 agosto 2005

Juego sucio.

Busco palabras. Letras que se escurren, se combinan y hasta, por momentos, me convencen. Te convenzo y una vez más me mentís, es decir, me miento. Yo creo, te creo y comienza nuevamente el juego. Entra otro jugador en acción.
-No tiene fichas (Soberbia burlona que te contornea).
-Que importa (Ironizo).
Él nunca las tuvo. Las robó y cuando no quiere jugar más, sólo esconde el tablero.
-Por mí, está bien. Puede jugar.
No sé ni siquiera porque estoy acá. Por qué le doy un lugar en este tablero sin reglas.
-Tu turno (No sabe muy bien como se juega, tampoco quiero mostrarle normas sino ganará el juego).
Entonces, vuelve el dueño del circo.
-A trabajar, ustedes siempre jugando. La vida no es un juego. No se engañen. Cuando una mano golpea a otra persona ese golpe se hace eco en él. No se miren, no se hablen. Las palabras, malignas hechiceras; siempre pintan un sonido que más tarde hace crujir nuestros huesos. Nunca son, siempre se hacen.
La malabarista descuelga sus manos y se rinde.
-No juego más, siempre me ganan Uds. (Tal vez no deba escucharlo/s. Hábiles zorros acuosos)
-Sí, ella no juega entonces para que seguir. Tiene los dados, aunque nunca lo descubra.
Una luz perdida casi muerta se asoma a la carpa del circo. La función va a comenzar, una vez más.
En el trapecio, cuelgan sus dos manos.Dedos inquietos, fastidiosos, sedientos de palabras.
Comienza la función: "Una nueva mentira".

27 agosto 2005

Las pieles de Rosario

14 de Enero

“Parad el mundo me quiero bajar.”
Marxs Groucho



Ya pasó. El sol sigue azotando la ciudad y la lluvia recién despertó hoy en la tarde. Ese es el trágico destino de los que quedamos en la ciudad mientras el mar baila con las almas elegidas. En fin, es sólo eso. Nos engañamos convenciéndonos de que nos quedamos por tal o cual razón y de ese modo parece todo doler menos. Pero extrañamos siempre extrañamos más los que nos quedamos, que los que se van.
Empezó a llover hace un rato. El viento nos ilusiono pero sólo acarició la lluvia. El ritmo muerto de la ciudad continúo en otros colores. Él trabaja y yo escribo, escapando de una excursión involuntaria a los indios ranqueles. Seguramente Mansilla ha disfrutado mucho más de lo que yo disfruto de sus letras. Esto se debería a una doble razón: él ha sido el protagonista de sus epístolas y en segundo término, es un ser altamente narcisista, hubiese escrito así se hubiera tenido que leer él mismo. No hay más. Esto es más tentador, me escapo por detrás de la tienda de Mariano Rosas y que Mansilla delire con su aguardiente; yo para eso tengo mis letras. Escribo desde pequeña. Me he hartado de escuchar la pregunta retórica de por qué escribo. No hay respuesta, no sé hacer otra cosa, no sé vivir de otro modo. Tal vez lo haga mal, ese no es inconveniente mío. Siempre he creído que la humildad consiste en reconocer lo que uno es, yo soy una escribiente ( para no ofender a los críticos resentidos con el término “escritora”).
Me he encontrado en el mundo arrojada “como dice el Sr.Rousseau . Mi amigo dice que él tiene una antena y que yo también. A veces creo que el agua la moja y no capta. No obstante, a veces capta más de lo debido y podría tener problemas con la Iglesia, también.
Creo que es hora. Tal vez sea el único momento en el cual pueda bajarme del mundo antes de matarme. Este es mi diario. Naderías de mi historia.

19 agosto 2005

Papeles de arroz

Rita canta retazos. Letras que me prestan por momentos entre los desintereses de ellas. Y yo garabateo algunas palabras con aires de soberbias, a las que los escribientes ensalcen de geniales.
Mientras paso el tiempo, cuidadosamente, como aquel que lee un libro prestado y teme romper una de las livianas hojas de papel de arroz o peor aun, como el que ama el libro por el libro mismo y cualquier contacto con él, le parece sucio casi perverso.

Duermo de a ratos. Duermo cuando mi cabeza no me lastima con postales .Y ¿cuándo no duermo? Desvío mis horas, me escapo hacia donde las personas no duermen. Desfallezco ante el agotamiento de una musa trasnochada que aun busca esa palabra en alguna droga.
Entonces, me atrapa de nuevo el día. Correr, pasear y de nuevo correr, pasear, escapar. Esta habitación fría, más tibia que aquel mentiroso y prometedor invierno. Y esas verdades rozan, me rozan. Descubro que no hay juego. ES.

Otro escribe palabras y más palabras. Me las da, me las regala, me las ofrece. Las trago, las mastico, las devuelvo. Y este papel asquerosamente blanco toma tintes estomacales, acordes de perfumes repetidos. Y ahora que estoy allí, ya no importa. Antes de ahora, estoy allí, durmiendo. Esperando que deje de sonar esa radio fastidiosa y un casi penúltimo: “no escucho más”. Me voy al centro de mi misma y lo dejo todo, allí, en ese lugar revuelto, sofocado…medias, saco, bufanda. Todo lo que no puedo desprender de mi piel se parasita allí/ahí para dejarme ir. Dejarme ir de mí y agotar mis pupilas claras, lisas...vencerme, vencerte…serme fiel. Sin razones. Hoy no hay excusas.

09 agosto 2005

Radiografía de una noche común

Suena un timbre perdido, nadie responde. Me esperan, espera. Una voz responde desde la oscuridad deteriorada: ¿Quién es?, pregunta retórica. Él lo sabe…a nadie más, espera hoy. Respondo casi irónicamente y él murmura que va a abrirme. Se escucha: el crujir de la escalera, el correr alguna silla, la puerta de entrada a la casa de las puertas y ahora se adormece el oído y despierta la vista. Está ahí, obnubilado, sin entender bien si eso soy yo o una de mis tantas promesas postergadas. Llega por fin, y el destino se ha hecho inevitable, queda entrar o volver a ser uno de mis tantos personajes escapadizos que se espantan ante la acción de actuar. Saludos, preguntas y otra vez el crujir de la escalera. La habitación sin placar vuelve a ser escenario de mis fragmentos. Ropa, ropa, cuadernos, cigarrillos, hierba, papeles y una AM fastidiosa con pretensiones de importante, degüella en un intento a un folklorista y habla de Sres en la Luna.
-Acomodate, por ahí.
Corro ropa y más ropa, mientras se escapa en una excusa: buscar agua. ¿Se escapa de mi misma?

Una mirada casi antropológica se apodera de mí y en el instante que voy a robarme, al menos simbólicamente, algún fetiche…, la escalera me advierte de que es tarde, ya ha vuelto con “el agua”.
Se sienta, se acomoda, me espía, balbucea: ¿Cómo estás? ¿Mejor?
-Ja, ja...mejor, peor... (¿Acaso hace a esta visita?).
Él se recuesta contra sus letras plasmadas en las paredes y un “Buen día, Andre…” que cuelga del techo en un aerosol viejo, me distrae por un momento.
Juguemos-digo casi con una pregunta indirecta que obliga a una respuesta única.
Una risa desconfiada demuestra no creerme.
Un pañuelo, una ventana, un disfraz y un carnaval. Las jerarquías han caído. No hay más explicaciones, ni nombres, ni excusas. Puedo levantarme en este mismo instante de estas frazadas retaceadas y nunca habré estado allí, pero ¿importa? Él se distrae fumando una y otra vez , una y otra vez y sus vicios parecen ser más excitantes que yo misma. El agua se derrama sobre algún costado y entonces percibe mis formas…






Habla, todo el tiempo. Parece narrar lo que pasa por sus extremidades. Y hace casi una ceremonia de estos mezquinos diez minutos. Ha relatado todo, la vista no tiene protagonismo aquí. El solo oírlo me dibuja.
Entonces, se para electrocutado y toca, mil canciones con acertijos.
_A ver adivina, cuales tienen letras y cuales no y yo te las toco.
Por un rato, se pierde y teme a caer, pero en seguida vuelve a él y se paraliza ante cada mimo.
_Tengo sueño, me voy.
_Te acompaño a la parada.
…..